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Cumplió EL INMORTAL

Antonio Aguillón Castillo

Su padre primero le entregó un bate y no el guante. Vio orinar sangre a El Grande y supo que tenía que saltar al profesional. Jugó obligado con Caracas. Conozca la historia del deportista venezolano del siglo pasado.

Archivo

MARABINO Luis Aparicio tuvo cinco hijos con su esposa Sonia y ninguno fue pelotero profesional.

Arlenin Aguillón

Siete mil personas plenan las gradas del estadio Olímpico y se preguntan si el hijo será igual que el padre.

Noviembre 18 de 1953. El retiro de El Grande capta la atención de la afición local. Gavilanes enfrenta a Pastora. Emilio Cueche abre por las aves, mientras que Howard Fox lo hace por los lácteos.

“El ambiente era extraordinario”, narra Antonio Núñez Rovira, anotador oficial de ese compromiso. “Los partidos entre Gavilanes y Pastora había que vivirlos”, agrega Rovira, uno de los cronistas zulianos de mayor credibilidad.

Los ojos de pastoreños y gavilaneros están enterrados en el Jr. Son los tiempos de Marcos Pérez Jiménez.

Todas las expectativas giran en torno de los Aparicio. Uno se va y otro comienza.

“Luis 'El Grande' ha sido el maestro de todos nosotros”, admite -desde Chicago- Alfonso “Chico” Carrasquel, el legendario ex jugador criollo. “Los campocortos de Venezuela han llevado de generación en generación el estilo de Aparicio Ortega. Por eso su despedida causó mucha expectativa”.

Van varios minutos de espera. Ya se había anunciado a Luis Aparicio Montiel como primer bateador del line up gavilanero. La ovación casi revienta las antagónicas gradas.

Salen los árbitros. El cubano Lorenzo Martínez va al home play, Mike Bricese se dirige a primera base, Manuel Baralt a segunda y Luis Verde a tercera.

El momento se acerca. Adelina Ortega de Aparicio, madre de El Grande y de Ernesto, observa desde las gradas el retiro de su hijo y el debut de su nieto.

El estadio que hoy llamamos “Alejandro Borges” registra el histórico capítulo.

Primero el bate

Pastora va al terreno por ser local. Inesperadamente “El Viejo” sale del dogout y se coloca a la derecha sobre la goma. Esta vez no hay rivalidad. Todos aplauden.

Howard Fox realiza un simbólico lanzamiento. De inmediato Aparicio Ortega se voltea y ve venir a su hijo caminando lentamente. El pequeño Luis se dirigió hasta su padre, tomó el bate y debutó fallando con rolata al cuadro.

Sí. El Grande no le entregó oficialmente un guante a su hijo. Olvídenlo. El Jr. recibió un bate. El mismo con el que debutó ligando de 4-0.

“De eso -de lo que recibió Luis de su padre-se ha hablado mucho”, comentó Núñez. “Allí hubo una gran confusión”.

“El guante se lo entregó el padre al hijo al cierre de la primera entrada cuando Gavilanes iba al terreno”, recordó Luis Manuel Amaya, un aficionado que presenció el partido. “Eso lo pudimos ver todos. El Grande lo esperó fuera del dogout y le cedió el guante, pero primero hizo la entrega del bate”.

De allí en adelante comienza la leyenda de El Inmortal.

Duro capítulo

La vida de Luis Aparicio ha sido dura. El 28 de febrero de 2002 se enteró que su hija Sharon recibió un disparo en el cuello en San Jacinto, una barriada de clase media al norte de Maracaibo.

Jesús Enrique Pirela, un hampón de 23 años, accionó su arma contra la humanidad de Sharon Aparicio para despojarla de sus prendas y de su camioneta. Mario Ladrón de Guevara, un taxista de 27 años, estaba junto con Pirela al momento del suceso. Ambos ahora cumplen una condena en la cárcel nacional de Sabaneta tras dejar cuadrapléjica a la hija de Aparicio.

Contrario a lo que muchos piensan, Luis ha vivido momentos complicados.

Durante su niñez, pese al estrellato de su padre como torpedero, el dinero no abundó. Un máximo de mil bolívares era suficiente para adquirir los servicios de El Grande en los '30.

El Jr. nació el 29 de abril de 1934 en una humilde vivienda ubicada en la calle Baralt, específicamente entre la Federación y la avenida Guayaquil de la parroquia Santa Lucía. Hoy la casa no existe. Actualmente un edificio abandonado, que en ocasiones sirve como guarida para maleantes del sector, está sobre la tierra que vio nacer a “El Inmortal” en los brazos de su tía Eustadolia, la comadrona familiar.

Los inicios como deportista del Junior fueron dentro del fútbol. A los 14 años estaba dentro del Guaraní, un club infantil. Su padre, El Grande, fue uno de los delanteros más efectivos en su época. Obviamente eso influyó para que el pequeño Luis se inclinara por esa disciplina antes que por el béisbol.

“Luis Aparicio Ortega jugaba fútbol con 'Pachencho' Romero y hasta con Luis Ernesto Aparicio en La Ciega”, cuenta Luis Verde, uno de los cronistas deportivos más completos del país. “A 'El Grande' lo querían contratar de Caracas como delantero”.

Hoy sobre las 150 hectáreas de terreno que conformaban La Ciega funciona el Puerto de Maracaibo.

Aparicio Ortega también se destacó como ciclista, dentro del baloncesto y “hasta en el cricket”, agregó Verde.

El Inmortal creció como un niño cualquiera por el sector Valle Frío. Allí, en medio de serias dificultades económicas, surgió la leyenda desde los 10 años.

“Esa zona -Valle Frío- era de puras playas”, recordó -vía telefónica desde Barquisimeto- a sus 88 años Herminia de Aparicio, madre del ex torpedero. “Luis salía a cazar lapas, conejos y lo que sea con sus amigos”.

Seriedad genética

Durante toda su vida ha tenido un carácter fuerte. “Creo que eso es genético”, afirma una fuenta ligada a la familia. “Todos tienen un carácter cerrado”.

Nelson Aparicio, uno de los cinco hijos del legendario jugador, reconoce la conducta de su padre. “Siempre fue serio”, dice el abogado residenciado en Barquisimeto. “Y esa seriedad se mezcló con la disciplina adquirida en Estados Unidos. Por eso mi padre tiene un carácter fuerte”. El Grande tampoco fue extrovertido.

“Una vez supe que había hecho un comentario negativo de mí”, reveló José Herrera, quien jugara con Aparicio en Tiburones de La Guaira. “Él estaba muy pendiente de todos nosotros, pero en esa oportunidad lo que dijo me disgustó”, aseguró Herrera, quien destacó por su buen swing. “A mí me fue mal en una jugada y me dijeron que él comentó 'por eso es que no llegan a las Grandes Ligas'. Ese carácter fuerte siempre lo tuvo”. El torpedero, en ese caso, se equivocó. Herrera jugó con Houston a finales de los '60.

De los cinco hijos de Aparicio sólo Luis III pudo llegar al profesional, pero hoy es un ingeniero residenciado en Estados Unidos.

Luis, quien se graduó de bachiller comercial en la escuela “Raúl Cuenca”, desde joven observaba siempre el sacrificio que hacía El Grande por llevar el sustento económico al hogar.

“Él se vestía de pelotero y saltaba al terreno a ayudarnos con la práctica”, recuerda Alfonso “Chico” Carrasquel, quien fuese el principal promotor de Aparicio en Estados Unidos. “Desde entonces mostraba sus condiciones”.

El dueño de 9 Guantes de Oro en las mayores, todo el tiempo supo cuál sería su profesión. “Él jugaba fútbol de caimanera, pero siempre quiso ser pelotero”, reveló su madre. “Eso era lo de él”.

Observar a su padre orinar sangre tras una agotadora jornada de béisbol lo impulsó más hacia la disciplina. Los problemas renales de El Grande significaron mucho para Luis. Tenía que hacer algo. El destino lo llevó a la pelota. Era hora de firmar al profesional.

El niño que creció bajo el cuido sobreprotector de Mamía, la abuela que falleció a los 114 años, tuvo que crecer y afrontar la realidad a sus 19 años.

Un chico por el “Chico”

El 17 de abril de 1956 aquel joven, quien fue ayudante en una farmacia cuando jugaba pelota aficionada en Carora, logró el objetivo de estrenarse en las Grandes Ligas para convertirse en el sexto venezolano en jugar a ese nivel.

El primero de sus 2.677 hits en las mayores se lo conectó esa misma noche a Bob Lemon, el abridor de Cleveland.

“Nunca dudé en su calidad”, explica Carrasquel. “Por eso lo traje a Estados Unidos”.

“La gerencia de Chicago me preguntó que si en verdad él tenía la calidad para rendir en Estados Unidos y yo contesté que sí”, afirmó “Chico”.

Aparicio desplazó a Carrasquel de las paradas cortas del Comiskey Park y en su debut la posición seis del equipo rival la cubrió “Chico”, el mismo que lo exhibió en Estados Unidos.

Los primeros años en el norte, durante sus únicas dos zafras en las menores, fueron complicados para el cazador de lapas. Tuvo que compartir un apartamento con varios jugadores para poder pagar la renta, se turnaba para lavar y la comida era de segunda.

Ante las incomodidades, el Junior pensó en abandonar todo y devolverse para Venezuela. Sin embargo, los consejos de su maestro “Carrasquelito” evitaron que el marabino dejara Chicago.

En su temporada de estreno persistieron los problemas económicos y decidió romper con el sueño de jugar sobre los terrenos estadounidenses.

“Habían transcurrido pocos días de la campaña y mi equipo -Cleveland- estaba de visita en Chicago. Yo vi que Medias Blancas practicaba y Luis no estaba en el terreno”, recuerda Alfonso.

Luis lo esperaba sentado en el dogout. Sus maletas las tenía listas. Decidió retirarse. No obstante, Carrasquel lo hizo cambiar de opinión.

“Le dije que si se iba para Maracaibo sería una gran decepción para todos, incluyendo a su padre. Le comenté lo malo de su decisión y le pregunté qué le sucedía”.

El alto cobro de impuestos y el dinero que tenía que enviar para sus familiares no le permitían tener una vida normal.

En Venezuela su familia tenía problemas económicos y eso lo enfurecía más.

El Grande, para contrarrestar la situación, tuvo que solicitar un préstamo a la gerencia del Caracas y dio como garantía la firma de Luis con ese equipo. Sí, el extraordinario torpedero jugó obligado con Leones.

El mundo de amistades hipócritas que homenajeaban a su padre ignoraban el hecho. Aparicio se molestaba. No podía concentrarse. Pero todo se solucionó.

Novato latino

En su primera campaña arriba Luis conoció a Sonia, una boricua criada en Nueva York. La joven, prima del jardinero y compañero de club Jim Rivera, contrajo matrimonio con el marabino el 2 de octubre de ese año.

Al final de la campaña fue designado Novato del Año para convertirse en el primer latino en ostentar ese pergamino.

28 años después, específicamente el 12 de agosto de 1984, lo exaltaron al Salón de La Fama. Don Drysdale y Harmon Killebrew entraron el mismo día.

El hombre que impuso el “Go-Go Chicago” ya no caza lapas con Arnoldo Carrasquero, Johnny Urribarrí o Guillermo Barrera, tres de sus amigos de infancia.

El Soldado, apodo que recibía cuando niño, logró sus objetivos de ayudar a su familia. Sus salarios, que rondaban los 30 ó 40 mil dólares en sus mejores años, sirvieron para cancelar los estudios de María, Igdalia y Rafael Enrique, los últimos tres de sus cinco hermanos.

Hoy, a 48 horas de conmemorarse 50 años de su debut en la pelota profesional, Aparicio cumplió y vive tranquilo en Barquisimeto.

* Artículo que obtuvo el tercer lugar el el Primer premio Internacional Teobol 2003

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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