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Clemente, un recuerdo inextinguible
Una lágrima más
A 31 años de su muerte

Edgard Tijerino M.
mailto:edgard.tijerino@laprensa.com.ni

“Nada puede durar tanto. No existe recuerdo, por muy intenso que sea, que no se apague”, asegura Juan Rulfo en su magistral libro Pedro Páramo.

No es cierto.

Obviamente, Rulfo no conoció a Roberto Clemente, y por supuesto, tampoco su solidaridad, su sensibilidad, su terquedad, su amor al prójimo capaz de mover montañas, y su espíritu de sacrificio tan inmenso como una montaña.

Pero nosotros sí lo conocimos, y lo vimos fajarse por traernos ayuda después del terremoto enfrentando todos los factores adversos, borrando de su agenda las festividades de Navidad y fin de año, obsesionado como Aquiles cuando supo de la muerte de Patroclo, y finalmente ignorando el dramático “no vayas Roberto”, para tomar el riesgo de un avión inseguro, sobrecargado, y ofrecer su vida.

El mar se lo tragó físicamente, pero su recuerdo imperecedero, quedó como referencia de lo grandioso que se puede llegar a ser cuando se transita por la vida con el corazón abierto, intentando ser útil sin ningún temor, lejos de los box scores, pero aproximándose a Dios como decía su esposa Vera.

“No vayas Roberto”, le dijeron, y él respondió “Iré. Si vas a morir, morirás”... Así de sencillo, pero al mismo tiempo tan grandioso como su humildad congénita... Qué pequeños somos y qué grandes podemos llegar a ser. Todo depende de la actitud, de la misión, del sacrificio.

Un día como hoy, hay una lágrima más saliendo de nuestros corazones, ascendiendo lentamente hacia nuestras gargantas, atravesando difícilmente el nudo, para finalmente desembocar hacia el exterior, mientras recordamos al astro boricua

Su hit 3001, ese que nunca apareció en los box scores, fue el de más significado en su vida, el que lo dimensionó correctamente porque lo mostró de cuerpo entero como un ser humano de enorme sensibilidad y determinación.

Dice Bill Christine, autor de libro Roberto, que cuando Clemente llegó a las Grandes Ligas en el año 55, después que los Piratas lo sacaron del baúl de reservas de los Dodgers, el primero en darle consejos fue Willie Mays el astro de los Gigantes.

“Debes ser siempre agresivo”, le dijo Mays, agregando: “No dejes que los lanzadores te intimiden cuando estés en el cajón de bateo. Si te pegan la bola, actúa como si eso no te perturbara, vuelve al cajón, acepta el reto y batea yendo siempre encima de los lanzamientos. El pitcher debe sentir que nunca das ni pedís tregua”.

“Clemente era agresivo en todos los aspectos del juego, es decir bateando, corriendo y fildeando. Ese su estilo de deslizarse hacia adelante con las dos rodillas en tierra para atrapar líneas cortas asegurando cubrir con el cuerpo cualquier rebote, fue sello particular y demandaba un gran esfuerzo. Corriendo logró siempre barridas largas que lo exponían a cualquier riesgo. Tomó muy en serio el consejo de Mays y llevó su agresividad como un distintivo dentro y fuera del terreno de juego”, relató en cierta ocasión Milton Richman.

Clemente siempre se quejó de los cronistas. Al igual que Rod Carew, consideraba que los latinos no recibían la atención a que obligaban sus ejecutorias. Jimmy Cannon, columnista del King Features llegó a calificar a Clemente como un permanente inconforme y en cierta ocasión le dedicó una carta pública que tituló ¿Por qué te quejas tanto Roberto?

Ya lo hemos dicho pero vale la pena repetirlo: Un artista capaz de deslumbrarnos con su gama de habilidades, impactarnos con sus proezas y conmovernos con su espíritu de sacrificio, eso fue Roberto Clemente.

Han pasado 31 años desde su muerte, y la leyenda continúa. Hay una estatua de Clemente en Pittsburgh, que es en cierta forma, un espejo en el cual todos deberíamos mirarnos intentando seguir sus huellas, tomar su ejemplo, valorar su entrega, admirar su voluntad ardiente de ser insistente en su empeño inclaudicable.

EL HIT 3,000

Eran las 3:07 p.m. de aquel 30 de septiembre de 1972 en el estadio Tres Ríos de Pittsburgh, cuando Felo Ramírez narró con mucha emotividad y precisión el instante en que Roberto Clemente conectó su histórico hit número 3,000.

Aunque Felo, nacido en Cuba, pero residente en la Isla, había tenido la oportunidad de narrar varios acontecimientos históricos en las Mayores, es ese hecho el que dejó marcado como el más emotivo.

“Para mí ha sido un privilegio estar en muchos momentos históricos. Narré el juego perfecto de Don Larsen (Serie Mundial del 1956) y el jonrón de Hank Aaron (el 715)”, me dijo Felo hace unos años en Miami.

“Pero es el hit 3,000 de Clemente el que me caló más hondo porque estuvo rodeado de situaciones que fueron particulares”, agregó. “Primero estuvo en un ‘slump’ y el día antes, el hit que dio no se lo apuntaron. Incluso el ‘umpire’ de primera base le dio la mano y lo felicitó. Luego, el 30, finalmente lo logró, en lo que sería el último turno de su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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