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    ¿Recuerdan a Bob Gibson?...                                                                                  

por: Edgard Tejerino    

Más que un pitcher, Bob Gibson era un dinosaurio. El caso insólito del lanzador capaz de iniciar juego cada tres días y mantener un ritmo triunfal impresionante. Bob Gibson era para al béisbol actual, algo inusual. Un modelo de pasado, de la era de los grandes héroes del diamante. Para hallar un punto de comparación, es necesario remontarse a los comienzos del siglo.

Gibson se retiró de béisbol con un promedio de estrella y el reconocimiento de la mayoría de los entendidos, como el pitcher más consistente de los últimos tiempos. Sus marcas en las Grandes Ligas, son timbres de orgullo y su carrera exuberante en hazañas.
Gibson fue para los Cardenales, una especie de hombre de hierro.
El espigado tirador moreno de la recta espeluznante, el cambio desconcertarte y el control absoluto, condujo a los Pájaros Rojos a la conquista de dos serie mundiales, y por poco logra la tripleta si no es que un inspirado Mickey Lolich lo venció por 4-1 en el juego decisivo de la serie de 1968. Antes de ese partido, Gibson había eslabonado una cadena de 7 victorias consecutivas en serie mundial, lo que representa un récord en los clásicos de Octubre.

Bob nació en Omaha, Nebraska, el 9 de noviembre de 1935, tres meses después de haber fallecido su padre. Fue el último de siete hijos y con el correr de los años, el más famoso de todos.

Practicó béisbol, baloncesto y atletismo, llegado a destacar en los tres deportes después de haber sido un niño enfermizo. Se convirtió en profesional firmando para el equipo Omaha de la organización de los cardenales y Johnny Keane trabajó arduamente con él en sus primeros años.

En 1959 fue ascendido al equipo grande y en el primer juego que abrió blanqueó a los Rojo de Cincinnati por 1-0. No se podía esperar un mejor debut; sin embargo, Bob no logró consolidarse y por espacio de dos años, estuvo deambulando entre las mayores y las menores. El gran problema era su control. Tiraba con gran potencia pero sin puntería y su temperamento era otro factor en contra de indudable significación.

En 1961, comenzó realmente la fulgurante carrera de Bob Gibson en las mayores, con el nombramiento de Keane como manager de los Cardenales. Ese año, Bob registró un balance de 13 victorias y 12 derrotas, pese a su alarmante descontrol que seguía siendo un gran problema. Encabezó la Liga Nacional en transferencias con un gran total de 119. Fue su primer liderato en la carpa grande.

En 1962, logró mejorar su puntería y comenzó a causar estragos con su velocidad endemoniada. Ponchó a 208 enemigos y ganó 15 juegos, convirtiéndose en una de las grandes cartas del staff de los Cardenales, que en ese tiempo integraban Larry Jackson, Curt Simons, Ray Sadecki, Bobby Shantz, Ernie Borglio y Lindy McDniel.

En 1963 ganó 18 juegos y perdió 9 con 20 ponchados y en 1964, cuando los Cardenales ganaron el gallardete de la Liga Nacional, terminó con registro de 19-12 y 245 ponches.

En la serie mundial frente a los Yanquis, la última de los bombarderos, fue el héroe al ganar el quinto y el séptimo juego. En ese último y decisivo juego, Mickey Mantle le conectó su jonrón 18 en Serie Mundial, marca que parece imbatible. Gibson por su parte también implantó nueva marca de ponches en un clásico de octubre, dejando a 31 bateadores newyorquinos con ganas de pegarle a la píldora.

La consagración de Gibson llegó en los años de 1967 y 1968, cuando San Luis ganó en forma sucesiva el título del viejo circuito. En la serie mundial de 1967, se combinó a la perfección con Lou Brock para que los Cardenales se coronaran venciendo al Boston en 7 juegos. Brock bateó para 414 y fildeó y corrió de maravilla en tanto Gibson ganaba tres juegos por 2-1, 6-0 y 7-2 sepultando a los pati-rojos.

En 1968, Gibson realizó la proeza de registrar un increíble promedio de carreras limpias de apenas 1.12 en 305 entradas. Nunca antes un lanzador había logrado una campaña tan sensacional. Ni siquiera en la época de la bola muerta, existió un tirador capaz de alcanzar un porcentaje de efectividad tan extraordinario.

Su balance de ganados y perdidos en ese año fue de 22-9 con 268 ponchados y apenas 69 bases por bolas. Ningún pitcher ha sido tan peligroso con una bola en sus manos, como aquel Gibson de 1968.

En la serie mundial contra los Tigres de Detroit, Gibson derrotó al "as" Denny McLain por 4-9 y 10-1 en el primero y cuarto juegos. Ese mismo año, McLain había causado sensación llegando a acumular nada menos que 31 victorias, algo que no ocurría desde 1934. Con esas dos victorias, Gibson llegó a totalizar un total de 7 juegos completos y 7 victorias en fila, lo que es un record en serie mundial, así como también constituyen un record sus 17 ponches del primer juego en nueve entradas.

En le séptimo y decisivo juego de la serie, Gibson fue derrotado por el zurdo Mickey Lolich en un formidable duelo. La anotación se mantuvo empatada a cero carreras durante las primeras seis entradas pero los Tigres asaltaron a Gibson con tres carreras en el séptimo decidiendo el partido que terminó 4-1.

Bob Gibson ganó el premio Cy Young en las temporadas de 1968 y 1970. En este último año, Gibson registró su mayor total de victoria con 23 contra sólo 7 derrotas y ponchó a 274 adversarios. Lanzó un no hit no run frente a los Piratas de Pittsburgh el 14 de agosto de 1971, cuando los Cardenales se impusieron por 11-0 y al momento de retirarse, era de los pocos lanzadores que han rebasado la marca de los 3,000 ponches.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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