Misioneros Oblatos de María Immaculada

Misioneros de los pobres.

Presentes en mas de 70 países

Trabajando en muy diferentes ministerios

viviendo en comunidades apostólicas.

Actas del 34 o Capítulo General
(2004)
“TESTIGOS DE LA ESPERANZA”

1. Carta del 34º Capítulo General
2. Las Elecciones del Superior General y del Consejo
3. Documento principal: “Testigos de la Esperanza
4. Carta a los Capitulantes de los Hermanos oblatos presentes en el Capítulo
5. Cambios a las Reglas
6. Otras recomendaciones, autorizaciones, resoluciones, directivas y mandatos del Capítulo:

A. La edición de los documentos capitulares
B. Una Comisión post-capitular sobre el gobierno
C. Las finanzas
D. Urgencias Oblatas en el primer mundo
E. Los medios de comunicación y la evangelización
F. Comité para promover la vocación de los hermanos en la Congregación
G. Una fiesta universal de San Eugenio de Mazenod
H. Estudios superiores

1. Carta del 34° Capítulo General

Queridos hermanos Oblatos ,

Saludos fraternales del 34º Capítulo General, que se ha efectuado en la casa General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Roma, del 30 de agosto al 28 de septiembre de 2004. También saludamos a todos los asociados oblatos de todas partes del mundo Ha sido una experiencia privilegiada de fraternidad y oración, un acontecimiento espiritual en el cual sentimos la presencia del Espíritu Santo. Cada noche, según el deseo de nuestro Fundador, hacíamos oración juntos, en unión con todos ustedes. Mientras discerníamos las orientaciones de la Congregación para los próximos seis años, tuvimos en cuenta una serie de cosas.

Primero, la visión y el trabajo de los tres últimos Capítulos Generales están aún muy presentes en nosotros, comenzó un trabajo pero hay que completarlo. Durante estos días pasados juntos, en la Sala capitular, en la capilla y en las salas de reunión, oíamos el eco de nuestros hermanos de los Capítulos anteriores que nos desafiaban a continuar nuestra tarea. Los Capítulos Generales de 1986 (“Misioneros en el Hoy del Mundo”), de 1992 (“Testigos en Comunidad Apostólica”), y de 1998 (“ Evangelizar a los Pobres en el umbral del tercer Milenio”) nos han desafiado fuertemente a ser misioneros, a vivir en comunidad, a realizar el ministerio en comunidad, y a formar nuestra visión y prioridades de tal modo que nos permitan responder mejor a las necesidades de los pobres y de los más abandonados. Para nosotros este llamado es hoy plenamente vigente.

Segundo, el Capítulo General ha sido también un momento importante del Proyecto Inmensa Esperanza, un proceso por el cual cada Unidad de la Congregación tuvo que evaluar y examinar su vida comunitaria y su apostolado a la luz de nuestro carisma oblato. Este Capítulo General no pone fin al Proyecto Inmensa Esperanza, sino que asume el trabajo que ha sido realizado y urge a cada Unidad oblata a proseguir en sus esfuerzos viéndolo como un proceso continuo de autoevaluación y desarrollo de las estrategias para la misión.

Tercero, el Capítulo sacó también de los debates que fueron preparados por la Comisión precapitular ricos aportes que culminaron en el establecimiento de las diez prioridades a ser tratadas por el Capítulo. También se apoyó en la sugerencia de que este Capítulo General concentrara sus energías más sobre cuestiones prácticas que en intentar articular una visión misionera y eclesial más refinada. El Capítulo finalmente centralizó sus debates en torno a seis temas : Misión y Evangelización; Comunidad oblata y Vida religiosa; Formación para la misión; Misión con la juventud; Vocación a la vida misionera oblata; y Autoridad y Gobierno.

Por último, y básicamente, el Capítulo se nutrió con los informes de las Regiones, del Tesorero general y del Superior general. Estos informes ayudaron a reconocer tanto nuestras debilidades como nuestras fuerzas actuales, como Congregación. Nuestras discusiones fueron enriquecidas también con las liturgias especiales del Servicio Justicia, Paz e Integridad de la Creación, por algunas noches consagradas a temas específicos, y con la presencia de siete Laicos Asociados durante la primera semana del Capítulo.

Referente a los desafíos actuales , los informes del capítulo han subrayado ciertos campos que deben ser examinados: importantes cambios demográficos han modificado radicalmente la cara de la Congregación; nuestra vida comunitaria es a menudo débil; nuestra vida de oración tiene necesidad de ser reforzada; la pastoral con la juventud está en un nivel peligrosamente bajo; hay una falta seria de vocaciones en algunas partes de la Congregación; hay una falta crónica de personal cualificado para la formación primera; hay necesidad de redefinir lo que quiere decir ser misionero en lugares donde la Iglesia está ya establecida; estamos demasiado dispersos en pequeñas Unidades, pequeñas comunidades y pequeñas casas de formación que no disponen de los recursos adecuados; nuestra comprensión de la justicia social no esta siempre plenamente integrada en nuestras vidas y en nuestro apostolado; hay serios problemas financieros en una buena parte de nuestras Unidades; el aspecto del gobierno, tanto en el ámbito de la Administración General como de la Región, necesita ser revisado; es necesario tratar el tema de la animación y promoción de los Hermanos; nuestros Laicos Asociados nos piden una colaboración más estrecha; es necesario hacer un esfuerzo renovado, o a lo mejor un reinicio radical, con relación al diálogo interreligioso con el Islam; el fundamentalismo cristiano y el sectarismo son una amenaza creciente en muchas partes del mundo; finalmente, como Congregación, no hemos hecho lo suficiente para responder a la terrible crisis del Sida, especialmente en África.

Entre nuestras fortalezas , el Capítulo reconoció un cierto numero de cosas: la proximidad con la gente con la que trabajamos; nuestro compromiso con los pobres; nuestro crecimiento en algunas partes de la Congregación; el entusiasmo con el cual participamos en el Proyecto Inmensa Esperanza; la sabiduría de nuestros mayores; el regalo especial que son los Hermanos oblatos para nuestra vida y nuestro apostolado; nuestra conciencia creciente de la internacionalidad; nuestra generosidad en el compartir financiero; el número creciente de asociaciones de laicos interesados en compartir nuestro carisma.

Y finalmente hay una fuerza especial nuestra, y es nuestra esperanza en sí misma, o sea nuestra convicción alegre de que, en el fondo de esas dificultades, Dios, que es Señor de este mundo, está siempre muy vivo, y vale la pena dar nuestra vida por él. El Espíritu de Cristo viviente está en nosotros. El Carisma de San Eugenio está vivo y bien, no solamente en la Congregación, sino también dentro de numerosas asociaciones oblatas.

El conjunto de desafíos orientados hacia la acción que han surgido de estas discusiones refleja la voluntad de la Congregación, manifestada en las respuestas a la Comisión precapitular y a través del Capítulo mismo. Hemos discernido que nuestra tarea debía ser práctica, con el fin de ofrecer algunos desafíos concretos, como mejorar nuestra vida comunitaria y nuestro apostolado. De alguna manera, la esperanza engendrada por la herencia de la Congregación tenía en este momento necesidad de ser traducida en acciones para el bien de la vida comunitaria, para el bien de la misión y del apostolado. Todas las recomendaciones del Capítulo están dentro de los horizontes de la realización fomentada por el proyecto Inmensa Esperanza . Por medio de estos compromisos la Congregación dará testimonio verdaderamente de la esperanza de una manera significativa en el mundo de hoy

Las recomendaciones que siguen a esta carta asumen muchas de nuestras preocupaciones mayores. No obstante, si debieran teñirse de un color común, sería él de la internacionalidad . A lo largo de este Capítulo, experimentamos un deseo creciente de alcanzar una mayor internacionalidad entre nosotros. Hay un deseo creciente para utilizar lo mejor posible, la fuerza de ser un cuerpo presente en 67 países. Somos conscientes que si compartimos nuestros recursos más plenamente entre nosotros, eso beneficiará a los pobres y favorecerá el bienestar de toda la Congregación. En el futuro, nuestra fuerza no se basará tanto en un aumento de número, sino más especialmente en un aumento de nuestra solidaridad. Cada parte de la Congregación es rica a su manera. Nuestro potencial para servir a los pobres más eficazmente, para seguir creciendo y desarrollándonos en todas las partes del mundo dependerá de nuestra mayor solidaridad como cuerpo internacional, incluyendo la consolidación allí donde es necesario y posible. Cada parte de la Congregación debe ofrecer sus dones particulares para el bien del conjunto. A través de una mayor solidaridad, descubriremos los nuevos rostros de Cristo para nosotros mismos y para la predicación del Resucitado.

Pero eso no viene sin un costo personal y una nueva visión. La novedad requiere hasta cierto punto el sacrificio de lo antiguo, la novedad pertenece siempre a la otra parte. Uno de los desafíos principales que este Capítulo presenta a cada Oblato es el que Dios presentó a Abraham y a Sara cuando les pidió dejar su país para ir hacia lo desconocido, a lo no familiar. Como ellos, también nosotros somos llamados a dejar de lado nuestras propias estrategias amadas, nuestras lenguas, nuestras políticas, nuestros programas personales y, como peregrinos, dejar detrás de nosotros los equipajes inútiles que pueden retrasarnos. Tenemos que abrirnos al plan imprevisible de Dios. Lo cual nos invita, como misioneros, a partir para un nuevo país, que se nos mostrará a medida que avancemos en la confianza, basada en nuestra comunión con Dios, y arraigada en la esperanza.

Este Capítulo General reconoce también que el mundo que debemos amar y en el cual trabajamos está cambiando radicalmente. Como Jesús que va a lo largo de las fronteras de Samaria, también nosotros enfrentamos distintas comprensiones de la cultura, de las etnias, de la religión y del género, estamos invitados a un nuevo diálogo. El mundo no funciona ya de la misma forma. Las antiguas fronteras caen mientras surgen otras nuevas. Nuestra tarea es ser misioneros en esta nueva realidad pluralista, sensible y compleja, donde, como Jesús, se nos invita a ser “ pasa-fronteras” , e imitar su autovaciamiento de modo que podamos entrar más plenamente en la vida del otro, en particular en la vida del pobre. El Dios que proclamamos debe ser un Dios humilde, el Dios de la kenosis encarnado en Jesús.

A esta luz, nosotros, el 34º Capítulo General de los Misioneros Oblatos de Maria Inmaculada, inspirados por el amor de nuestro Fundador hacia los pobres y bajo el patrocinio de Maria, nuestra Madre, proponemos los desafíos contenidos en nuestra declaración “Testigos de la Esperanza”. Nuestra oración sincera es que el Capítulo, sus orientaciones y sus compromisos respondan a la sed de esperanza de nuestro mundo.

En Jesucristo y Maria Inmaculada,

 

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