LAS CINCO ÁGUILAS BLANCAS
Según la tradición de los
Mirripuyes (tribu de los Andes venezolanos), fue Caribay la primera mujer. Era
hija del ardiente Zuhé (el Sol) y la pálida Chía (la Luna). Era considerada
como el genio de los bosques aromáticos. Imitaba el canto de los pájaros y
jugaba con las flores y los árboles.
Una vez Caribay vio volar
por el cielo cinco águilas blancas y se enamoró de sus hermosas plumas. Fue
entonces tras ellas, atravesando valles y montañas, siguiendo siempre las
sombras que las aves dibujaban en el suelo. Llegó al fin a la cima de un risco
desde el cual vio como las águilas se perdían en las alturas. Caribay se
entristeció e invocó a Chía y al poco tiempo pudo ver otra vez a las cinco
hermosas águilas. Mientras las águilas descendían a las sierras, Caribay
cantaba dulcemente.
Cada una de estas aves
descendieron sobre un risco y se quedaron inmóviles. Caribay quería adornarse
con esas plumas tan raras y espléndidas y corrió hacia ellas para arrancárselas,
pero un frío glacial entumeció sus manos, las águilas estaban congeladas,
convertidas en cinco masas enormes de hielo. Entonces Caribay huyó
aterrorizada. Poco después la Luna se oscureció y las cinco águilas despertaron
furiosas y sacudieron sus alas y la montaña toda se engalanó con su plumaje
blanco.
Éste es el origen de las sierras nevadas de Mérida. Las cinco águilas blancas simbolizan los cinco elevados riscos siempre cubiertos de nieve. Las grandes y tempestuosas nevadas son el furiosos despertar de las águilas, y el silbido del viento es el cano triste y dulce de Caribay.