La Pirata

Bolivia


 

Cuento

Era la primera vez que aquella muchacha tenía un sueño erótico.

Estaba recostada en el sillón, frente a la ventana donde se veía un rojo amanecer; se había acostado desnuda, pues la noche ya húmeda anunciaba demasiada humedad...

Profundamente dormida, no era conciente de los movimientos de su cuerpo, mucho menos de sus propias reacciones químicas. Despuntaba el primer viernes del nuevo año y ella cada día maduraba un poco más. Como en una película para adultos, desde mi ventana se la podía mirar; su moreno cuerpo de mujer voluminosa se retorcía suave y acompasadamente, al son de sus sueños líquidos, el brillo del sudor cada segundo se hacía más intenso y se esparcía un poco más, sus manos inconcientes acariciaban sus pechos, sus largos cabellos negros estaban sueltos, locos... cuánto hubiera querido estar dentro de su mente para explicar exactamente lo que soñó... sus dedos bellos y leves recorrían su abdomen, su ombligo... y descendían sensual y muy lentamente, su lengua mojaba sus labios escarlata y sus pestañas espesas temblaban a la par.

Era una colegiala llamada Quizá, pero su humedad no era ya una duda.

Las paredes de su departamento fueron conmigo mudos testigos del orgasmo inicial; ella se mordió los labios y con un gemido se despertó.

Desde ese primer viernes que se descubrió mujer, ya nada pudo detener su sensualidad, caminaba por las calles con cara de símbolo sexual y sus miradas eran un motivo para matar, sus piernas jamás fueron las mismas, ya no era inocencia lo que cargaba en su mochila, ya no era blanca su ropa interior; Quizá un día se convirtió en mujer, Quizá una niña dejó de ser, y yo, atento, desde mi ventana lo presencié.

Quizá, ahora, es mi mujer.

 

Volver a Lecturas y Documentos Subterráneos

Ir a la página principal